Biblioteca de instantáneas_34

“Pero Edith se paseaba por aquella habitación como si fuera la primera vez, con deleite, tocando paredes y ventanas, comprobando su solidez. Tenía un baúl lleno de sus posesiones infantiles que había bajado del ático; revisó los cajones de su cómoda, que habían permanecido intactos durante más de una década. Con un divertido aire recreativo, como si tuviera todo el tiempo del mundo, revisó sus cosas, acariciándolas, girándolas de uno y otro lado, examinándolas con un cuidado casi ritual. Cuando llegó a una carta que había recibido de niña, la leyó entera de principio a fin como si fuese la primera vez. Cuando se topó con una muñeca olvidada, le sonrió y acarició la porcelana de sus mejillas como si de nuevo fuese una niña que hubiera recibido un regalo.
Por último ordenó cuidadosamente todas sus posesiones infantiles en dos montones. Uno constaba de juguetes y baratijas que había adquirido ella misma, fotografías y cartas secretas de amigas del colegio, regalos que había recibido alguna vez de familiares lejanos; el otro montón se componía de las cosas que le había dado su padre y que estaban directa o indirectamente ligadas a él. Metódica, inexpresivamente, sin enojo ni alegría, tomó tales objetos, uno por uno, y los destruyó. Las cartas y las ropas, el relleno de las muñecas, las insignias y las fotografías, las quemó en la chimenea. Las cabezas de porcelana y barro, las manos y brazos y pies de las muñecas quedaron reducidos a fina harina contra el suelo, y lo que quedó tras la quema y el destrozo lo barrió Edith en un montoncillo y lo arrojó por el retrete del cuarto de baño anexo a su habitación
".

Stoner
(fragmento) John Williams

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