Biblioteca de instantáneas_31

El padre de su padre había sido fotógrafo; sus propios orígenes se perdían en una especie de charco sociológico poco apetitoso, estancado desde tiempos inmemoriales, esencialmente compuesto de obreros agrícolas y campesinos pobres. ¿Qué habría llevado a aquel hombre salido de un medio miserable a enfrentarse con las técnicas incipientes de la fotografía? Jed no tenía la menor idea y su padre tampoco, pero había sido el primero de una larga estirpe en huir de la pura y simple reproducción de lo mismo. Se había ganado la vida fotografiando mayormente bodas, a veces comuniones o fiestas de fin de curso escolar en un pueblo. Viviendo en aquel departamento desde siempre abandonado, marginado, que es la Creuse, casi no había tenido oportunidad de fotografiar inauguraciones de edificios ni visitas de políticos de envergadura nacional. Era un artesano mediocre, poco lucrativo, y el acceso de su hijo a la profesión de arquitecto constituía ya una seria promoción social, incluso sin contar sus posteriores éxitos de empresario.

En la época en que ingresó en Bellas Artes de París, Jed había dejado el dibujo por la fotografía. Dos años antes había descubierto en el desván de su abuelo una cámara fotográfica Linhof Master Technika Classic, que él ya no utilizaba cuando se jubiló, pero que funcionaba perfectamente. Le había fascinado aquel objeto prehistórico, pesado, extraño, pero de una calidad de fabricación excepcional. Un poco a tientas había aprendido a dominar el descentrado, la basculación, la ley de Scheimpflug antes de lanzarse a lo que habría de ocupar la cuasi totalidad de sus estudios artísticos: la fotografía de los objetos manufacturados del mundo
".

El mapa y el territorio
(fragmento) Michel Houellebecq

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