Textos "breves como fotos"_47
Ella dejó abandonado, en algún lugar de esa red que ahora nos envuelve, un libro con su pequeño mensaje: “oscilo entre dos orillas, mi alma tiene esa enfermedad”. Lo miré como una huella y, por debajo del silencio y de la oscuridad, me pareció escuchar un sonido lejano que no supe reconocer al principio. Instrumentos de percusión y un torrente de palabras igualmente percutidas, tan atractivas como incomprensibles, que concentraron toda mi atención por unos días. Y que —ahora, cuando escribo— se acoplan al sonido de mi pluma en la hoja de papel. Corren, saltan y bailan junto a ella. Susurran y gritan miedos y deseos universales. Me empujan y me abrazan, como suele ocurrir en los delirios insomnes.