Textos "breves como fotos"_55
Cuando sus yemas acariciaron mi nuca y las cimas de mis hombros, me sentí recorrida por un estremecimiento que inundó las partes más secretas de mi cuerpo. Calor tórrido; el silencio calcinado compitiendo con las olas que rompían en la orilla; y su encaje de espuma subiendo por mis piernas. El deseo y el miedo crecieron como dos gigantes siameses y volé en sus brazos por encima de los acantilados. Probé del viento todos sus aromas, rocé con la punta de los dedos esos límites de los que ya no se vuelve... y, con una voz desconocida, le pedí que parase.