Biblioteca de instantáneas_36

“Había doblado la primera curva cuando oí pasos detrás.
—¡Oiga! —me llamó la mujer—. ¡Oiga! ¡Usted!
Me paré.
—¿Me persigue con la llave inglesa? ¿Quiere asustarme?
—¿Qué lleva ahí? ¿Es una cámara de fotos? Seguro que sí. Quiero que la saque y quite el carrete, aquí, delante de mí para que yo lo vea.
Me quedé mirándola. Lo primero que pensé fue en Ari. ¿De verdad estaba obligado a vivir con una persona tan rematadamente loca? No me extrañaba que tuviera dificultades con el habla, con una madre tan histérica, tan delirante, tan miedosa. ¿Una cámara? ¿Quitar el carrete? Sin embargo, en un instante, mientras nos mirábamos, vi algo en su rostro que me resultó conocido: la manera de hundir las cejas al fruncir el ceño. Había visto esa expresión en alguna parte. O eso creía. ¿Conocía a esa mujer? Una idea desconcertante, cuando se está en medio de ninguna parte, a miles de kilómetros de casa.
—¿Eso es una cámara? —insistió, señalando lo que llevaba en las manos.
Me las miré y, para mi sorpresa, vi la caja precintada del abuelo. Seguro que había salido del coche con ella. Al abuelo le gustaba mucho tomar el aire.
—No es una cámara —dije.
Entornó los ojos exactamente igual que un policía para interrogar a un sospechoso.
—Entonces, ¿qué es?
Apreté la caja de cartón, tan familiar ya, con las caras precintadas y las esquinas ligeramente aplastadas.
—Si tanto le importa... —dije— es mi abuelo”.

Tiene que ser aquí
(fragmento) Maggie O'Farrell

 

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