Bibliografía ocasional_04

"A menudo, desde el principio de nuestra relación, me había quedado fascinada descubriendo al despertarme la mesa con los restos de la cena, las sillas desplazadas, nuestra ropa mezclada, tirada por el suelo en cualquier lado la víspera por la noche al hacer el amor. Era un paisaje diferente cada vez. Tener que destruirlo separando y recogiendo cada una de nuestras cosas me encogía el corazón. Tenía la impresión de suprimir la única huella objetiva de nuestro goce.
Una mañana, me levanté después de que M. se fuera. Cuando bajé y vi, dispersas por las baldosas del pasillo, al sol, las prendas de vestir, la ropa interior, los zapatos, sentí una impresión de dolor y belleza. Por primera vez, pensé que había que fotografiar todo aquello, ese conjunto nacido del deseo y el azar. Fui a buscar mi máquina. Cuando le conté a M. lo que había hecho, me confesó que a él también le habían entrado ganas. Tácitamente, a continuación, como si hacer el amor no bastara, como si hiciera falta conservar su representación material, seguimos tomando fotos. Algunas las hicimos justo después del amor, otras al día siguiente por la mañana. Este último momento era el más conmovedor. Esas cosas de las que se habían desprendido nuestros cuerpos habían pasado toda la noche en el lugar mismo donde habían caído, en la postura de su caída. Eran los despojos de una fiesta ya remota. Reencontrarlos a la luz del día era volver a sentir el tiempo.
Muy rápido, surgió en nosotros una curiosidad, una exaltación incluso, la de descubrir juntos y fotografiar la composición siempre nueva, imprevisible, cuyos elementos, jerséis, medias, zapatos, se habían organizado según leyes desconocidas, movimientos y gestos que habíamos olvidado, de los que no habíamos sido conscientes.
Una regla se impuso entre nosotros espontáneamente: no tocar la disposición de la ropa. Cambiar de sitio un zapato o una camiseta habría constituido una falta —tan imposible, para mí, como modificar el orden de las palabras en mi diario íntimo—, una manera de atentar contra la realidad de nuestro acto amoroso. Y si uno de nosotros hubiera recogido por descuido una prenda, no la colocaba de nuevo para la foto.
M. efectuaba generalmente varias tomas de la escena, con encuadres diferentes para captar la totalidad de las cosas dispersas por el suelo. Yo prefería que fuera él quien operara. A diferencia de él, yo no tengo una gran práctica de la fotografía, de la que hasta hoy no he hecho sino un uso episódico y distraído. Al principio utilizó la Samsung negra y pesada que tenía yo, luego la Minolta que había pertenecido a su padre fallecido, más tarde una pequeña Olympus que sustituyó a mi Samsung, defectuosa. Cámaras analógicas, las tres".

El uso de la foto
(fragmento) Annie Ernaux / Marc Marie

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