Biblioteca de instantáneas_41
“—Unas fotografías que a usted no le aportan nada de conocimiento sobre los hechos.
Me quedé unos segundos sin saber cómo reaccionar.
—Mire —logré decir—, en mi novela son tan importantes los hechos como las imágenes.
—Ya —contestó, como si no hubiese prestado atención a lo que acababa de decirle—, pero es que usted no las puede ver. No son relevantes para su investigación. Además..., aquí hay material sensible.
Mientras decía esto no paraba de hojear el expediente sin inmutarse, con la mirada perdida sobre las fotos.
—No, no las puede ver —decía. Y volvía a pasar por todas como si estuviese hojeando una revista de decoración.
Las fotos pegadas sobre el papel manoseado tenían un brillo lúgubre. Desde donde yo estaba podía intuir algo: el suelo de la habitación lleno de sangre, unos pies, el camisón blanco, las huellas en el suelo..., apenas eso.
Él las miraba con distancia. Yo las intuía y temblaba. Lo poco que pude ver, lo que pude imaginar, aún no se me ha borrado de la retina”.