Biblioteca de instantáneas_30

Eran sólo dos cuartos, atestados de libros que se apilaban en los rincones y con su peso curvaban las tablas de las estanterías. En seguida divisé la mesa donde estaba el ordenador, la impresora, las cajas con los disquetes. Pocos cuadros en los pocos espacios libres de estanterías, y justo frente a la mesa un grabado del siglo XVII, una reproducción cuidadosamente enmarcada, una alegoría que no había visto el mes anterior, cuando subiera a tomar una cerveza antes de marcharme de vacaciones.

Sobre la mesa, una foto de Lorenza Pellegrini, con una dedicatoria en letra pequeñita y un poco infantil. Salía sólo el rostro, pero la mirada, la mera mirada, me turbaba. Por un instintivo arranque de delicadeza (¿o de celos?) volví la foto sin leer la dedicatoria.

Había algunas cuartillas. Busqué algo interesante, pero sólo encontré baremos, presupuestos de la editorial. Sin embargo, en medio de esos papeles descubrí un file impreso que, a juzgar por la fecha, debía de remontarse a los primeros experimentos con el ordenador. De hecho, su título era “Abu”. Recordaba el momento en que Abulafia había hecho su entrada en la editorial, el entusiasmo casi infantil de Belbo, los reniegos de Gudrun, las ironías de Diotallevi
".

El péndulo de Foucault
(fragmento) Umberto Eco

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